Inmortalidad de piedra

29 de julio de 2014

Los pasos del joven caminaban seguros y rítmicos por las cuevas. No corría pero su caminar parecía hacerlo volar. Daba la sensación de que no pesaba, de que era tan ligero como una pluma y es que, sin duda alguna, parecía haber recorrido aquellas cuevas más de una vez.

Vislumbro la luz de una linterna al fondo del túnel. Comenzó a correr y en pocos segundos llego al final de la cueva donde tres hombres y dos mujeres estaban cogiendo agua del cristalino lago cuyas aguas reposaban en aquellas grutas.

     ¡Deteneos! —gritó el joven.

Uno de los hombres se giró hacia él y lo apunto con la linterna. Los ojos del joven los miraban con la sabiduría de alguien muy viejo. El resto seguía agarrando los recipientes del agua.

     ¿Quién eres tu muchacho? —pregunto el mismo hombre que lo había enfocado. Llevaba una barba de varios días, marrón y enmarañada y unas marcadas ojeras en los ojos. Tendría alrededor de cuarenta años.