Verdugos de la vida

25 de agosto de 2014

Recuerdo su rostro aquel día, era cómo el de una muñeca de porcelana, estaba blanco, frío y parecía como si en cualquier momento fuera a romperse, era una bonita muñeca rota pero con el rostro intacto. No se tiene verdadero terror hasta que no ves a la muerte en las vacías pupilas de una persona que sabes que se ha roto para siempre. Sinceramente, ella no era una buena persona, en aquel momento ya no lo era. Pero no merecía morir así, no merecía irse de este mundo sin ser juzgada por la verdadera justicia. Fuimos duros con ella, la vida fue dura con ella, ella misma acabo siendo dura con ella. Y al final fue cruel. 

Todos, en algún momento, tras conocer su verdadero rostro, hemos sentido asco, odio, la hemos repudiado o la hemos ignorado, o todo a la vez. Y todo porqué ella había hecho pedazos nuestros corazones. Jugaba con la gente porque era lo único que se le daba bien. Era su defensa contra el mundo y hoy creo, cómo siempre creeré, que hasta el final no se dió cuenta realmente de lo terrorífica qué era ni del daño que había causado. Cómo se le diría a un niño pequeño, era una persona mala, una persona a la que no debías acercarte. Hasta ahora no lo había pensado. 

Ella era mala, sí. Pero nosotros éramos malos con ella. Le teníamos miedo en cuando nos dimos cuenta de sus artimañas y quiero creer, no quiero confundirme, en qué ella deseaba con toda su alma que alguien la salvase de sí misma, que alguien la cambiase. Ninguno fuimos capaz. Hay personas que son buenas y se las premia, hay personas que son malas y se las castiga, pero ¿qué pasa con las personas que tienen que ser buenas pero en su corazón anida el sentimiento más primitivo de la humanidad: la crueldad? Ella era una de esas personas. Desde pequeña ha estado cayendo en las garras del alter ego más oscuro de la humanidad, cayendo y cayendo sin poder detenerse. Y nadie, ninguno de los que hemos estado hoy aquí fuimos capaces de sujetarle la mano porque le teníamos demasiado miedo. 

No pienso callarme, hoy no. Es hora de que todo el mundo lo sepa. Todos queríamos ser cómo ella por muy retorcida que llegase a ser. Todos hemos tenido la tentación de dejarnos llevar por nuestros instintos primarios pero hemos tenido la fortaleza de no hacerlo porque no poseíamos la crueldad en nuestros corazones, no con tanta pureza cómo ella. Ella deseaba ser humana, y lo fue, malvada, pero humana. ¿Cómo somos tan ciegos de no ver el sufrimiento en nuestros seres queridos? Cuándo ella ridiculizaba a alguien, cuando os hundía,  os metía en líos, enseguida sabíais que había sido ella. Pero era lista, era inteligente y siempre salió inmune. La odiabais pero nunca os detuvisteis a pensar en quien era ella. En cómo vivía y cual eran sus condiciones. Yo fui su mejor amiga, su única amiga, e incluso yo la odiaba y le amargue la vida en los primeros años. Pero sabía cómo había llegado a activar esa crueldad. Sus padres nunca la quisieron, nunca, jamás, sólo la tenían por dinero, y quiero que lo sepan y dejen de llorar, incluso teniendo escrito esto sé que los estoy viendo llorar de una forma falsa e insultante, no puedo sentir otra cosa qué ganas de vomitar cada vez que los veo. Nadie le ofreció la mano cuando llego nueva sólo porque era adoptada. Sólo por eso la apartamos. Yo tarde mucho en acercarme a ella y fue porque a mí también me dieron una puñalada por la espalda. 

¿Cuándo dolor provoca la soledad? ¿Cuánta soledad aguanta el corazón? ¿En qué momento ese corazón se vuelve frío y calculador? Cuando me hice amiga suya todavía no había vislumbrado la maldad que empezaba a fraguarse en su interior. Ni tampoco las ganas de venganza. Tenía una virtud que para todos vosotros siempre fue un defecto. Aunque mintiese para hundir a alguien, era más común que dijese la verdad para hacerlo. Ella era la persona más sincera y decía siempre lo que pensaba, si estuviera en esta sala sería la más honesta aunque la más perversa. Y sin conocerla todos vosotros siempre la llamasteis falsa. De aquí más de la mitad habréis sido hundidos por sus palabras pero me cabe afirmar qué sólo a dos os ha hundido con mentiras. 

Al principio de mi amistad me lanzó verdaderas indirectas que pasé por alto. Sé que me odiaba y qué me utilizaba para conocer secretos y datos de los qué una vez fueron mis amigos. Mis falsos amigos. Pero con el tiempo confió en mí y sé que lo único que tenía era mi amistad. Lo sé porque ya no me lanzaba indirectas si no que me decía lo qué pensaba de mi, al principio y en el presente, a la cara, sin callarse ni cortarse, sin pelos en la lengua, sin filtro alguno que la detuviese. Eso es lo que la llevo a ser lo qué era hoy en día. No sé cómo sería su último instante pero de lo que si estoy segura es que esté dónde esté no es un lugar bueno. Lo merecía sí, pero es que no había podido elegir otro camino. Es injusto. Porque fue la vida la que la transformó, fue un defecto de la humanidad la que le provocó un injusto destino. Y nosotros, todos y cada uno de nosotros fuimos los verdugos del destino, nosotros llevábamos la daga y no parábamos de clavársela en la espalda. Espero que haya justicia y todos recibamos nuestro castigo por haber ayudado a la vida a destrozarla y a provocar que ella fuera tan cruel con nosotros. 

La muerte nos la ha arrebatado y no nos ha dado tiempo a salvarla, lo más seguro es qué ninguno lo pensaseis siquiera. No justifico su crueldad, pero tampoco justificaré nuestros actos. Sólo os digo, a todos los que estáis en este funeral, aparentando dolor y tristeza, siendo unos idiotas y faltos de atención, que penséis lo que hacéis la próxima vez que os pongáis a fastidiar a alguien, la próxima vez que elijáis una víctima porque quizás esa víctima un día será vuestro verdugo cómo lo fue ella, y lo odiaréis, os lavaréis las manos y le tendréis miedo y jamás os atreveréis a pensar que lo que hace es consecuencia de vuestros actos. Yo ya lo estoy pagando, mi amiga está muerta y me siento culpable por un pasado que nunca volverá. Maldita sea el día en qué fui amiga vuestra, vecina y conocida. Porqué vosotros le arrebatasteis el buen camino y por vosotros me duele el pasado y el presente cómo un cristal afilado e hiriente clavado en lo más hondo de mi memoria. Malditos seáis, sois verdugos de la vida. Recordad esto: un día las tornas cambiarán y seréis vosotros las víctimas. Y ese día ella reirá desde su tumba.

La voz de la joven se apagó. Y la sala quedó en profundo silencio. Nadie lloraba ya. Nadie se quejaba. Por un momento todo estaba en su sitio y por un momento la joven pensó que habían captado el mensaje. Pero sabía que era una falsa esperanza. Sabía que cuando volvieran a su rutina otra víctima caería en sus redes. Y de esa víctima podría nacer una persona mala. Bajó las escaleras y en vez de ir a su sitio a sentarse, salió del edificio. Ya no podía ayudar a su amiga muerta así qué allí ya no pintaba nada, aquel no era un recuerdo a su memoria, era un insulto a la vida que ya nunca tendría. 


Se dirigió calle abajo mientras su mente recordaba el cadáver se su amiga. Tirado en la calle. Habían quedado en aquel lugar, su amiga quería contarle algo importante, y cuando llegó la encontró tirada y rodeada de gente y policía. Nadie había visto nada y su amiga se había llevado con ella un secreto a la tumba, de hecho era aquel secreto, y de eso estaba segura, lo que la había condenado. Una lágrima recorrió su mejilla. Todo estaba dicho. La vida seguía adelante moviendo los hilos, intercambiando verdugos y haciendo aparecer víctimas. Que soberana injusticia era aquel loco y oscuro juego llamado vida. 

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