Cómo
finas agujas de cristal el frío penetra en mi piel. Caigo, caigo hacia una
profunda oscuridad. No recuerdo, simplemente existo. Tengo frío, mucho frío y
sin embargo tengo la sensación de qué no siento. ¿Qué me ocurre? ¿Dónde estoy?
¿Quién soy? ¿Quién fui? Demasiadas preguntas y no encuentro ganas de buscar en
mi mente respuestas. Todo está en silencio, un silencio oscuro que me inspira
terror. Quiero gritar pero no tengo voz, quiero llorar pero no me quedan
lágrimas, quiero moverme pero mis músculos no responden.
Quiero
volver a casa. Ese pensamiento me golpea, me golpea porqué quiero ir a un lugar
qué ni siquiera recuerdo. ¿Mi hogar? ¿Cuál es mi hogar? Quiero volver a casa.
Ese deseo cada vez es más intenso y sin embargo, a pesar de que no debe ser malo,
lucho contra él. No quieres volver a
casa. Escucho una voz en mi interior. Grave, negra y tenebrosa. Es mi
propia voz, más algo ha cambiado en ella. No sé cómo era antes pero sé qué esa
no es la misma voz. Es como si… es cómo si mi pensamiento y mi verdadera voz
fuesen dos entes distintos. Elige tu
camino, elige tu destino, pero no elijas a la gente qué amas, amar significa
tener algo qué perder. Elige con la cabeza, no elijas con el corazón, y
recuerda, ten cuidado con el cazador.
No
entiendo, no comprendo, mi cabeza quiere estallar. ¿Qué significa? Estoy
congelada, ni siquiera oigo mi propia respiración, aunque… ahora qué lo pienso
no la he oído en ningún momento. ¿Acaso estoy muerta? ¿Es esto el limbo? ¿O
acaso me encuentro entre el sueño y la vigilia? No lo sé, no lo sé, no sé nada,
sólo sé que debo elegir. ¿Pero qué debo elegir? Mi cabeza da vueltas, arde cómo
si nunca hubiese funcionado tan rápido. Nada tiene sentido, nada, absolutamente
nada.
Lentamente,
cómo si alguien me arañase, siento dolor en todo el cuerpo. Cada milímetro de mi piel se inunda de un
dolor agudo, es el infierno y ni siquiera me deja pensar correctamente. Cuanto
más dolor más me retuerzo. Oigo voces a mi alrededor, más no las comprendo.
Dolor físico y psicológico. Me duele no recordar y cuanto más mal me encuentro,
a cuanto más hundida estoy, más firme es mi creencia de que he olvidado, no he
olvidado, no. Perder, sí, esa es la palabra. He perdido algo de mi ser.
De
repente todo cesa, las voces, el dolor y se instaura el silencio. Un silencio
fuerte y helado. Mi cuerpo está detenido, detenido sin saber lo que va a
ocurrir. Una imagen pasa fugaz por mi
mente. Una niña corriendo por el bosque.
Todo comienza a dar vueltas. La oscuridad se entremezcla con la luz y me
encuentro en el mismo bosque. Miro a mi alrededor y no encuentro ningún
recuerdo, en mi mente no hay nada. Sé qué dos más dos son cuatro pero no
encuentro nada referente a la vida, sé que el mundo gira pero no encuentro mi
pasado, sé escribir, estoy segura, lo hago con los dedos en el barro qué
encuentro, pero no se escribir mi historia, no la conozco, ni siquiera sé si he
existido.
Sólo se
oye el roce de las hojas con un viento que ni siquiera siento. Ni pájaros, ni
animales, nada, absolutamente nada. Me embarga un sentimiento de vacío y no sé qué
hacer. No sé adónde dirigirme. ¿Seré un fantasma? El silencio se rompe oigo
pasos, pasos apresurados. Mi corazón se detiene, si es que alguna vez lo he
oído bombear sangre, algo que dudo que haya ocurrido. Mis oídos separan los
sonidos, los desenredan cómo si fuesen una telaraña más colocada y sé. Sé que
alguien me persigue. Algo me lo dice, me parece evidente, algo por primera vez
me parece evidente.
Ni
siquiera sé cuándo he comenzado pero corro, corro sin dirección y cuanto más
corro más fuertes oigo los pasos. Era cierto, me persiguen. No me canso, algo
me dice que podría correr durante horas. No siento dolor, voy descalza y me
clavo astillas de las ramas y no me duelen. Sé que sangró pero no duele.
Sangre. Huelo mi propia sangre, oigo pasos lejanos y veo en la negrura del
bosque, los rayos del sol no se filtran entre las ramas. Nada ni nadie puede
pararme. Me siento poderosa y nunca me había sentido así, no recuerdo pero siento
que así ha sido. ¿Es esto la libertad?
El bosque
se termina, unos cuantos árboles más y veo la luz del sol. Oigo a mi espalda
risas de triunfo ¿Por qué? Voy ganando, estoy ya muy lejos de mi perseguidor. ¿Por
qué me persiguen? ¿Acaso es el cazador de mi pensamiento?
Corro
más rápido, salgo del bosque y caigo de dolor. Los rayos del sol inundan un
prado verde y húmedo. Un día radiante que me quema, mi piel arde y tengo qué
arrastrarme a la negrura de la frontera entre el bosque y el prado. ¿Qué
ocurre? ¿Por qué el sol me quema? Soy
muerte y destrucción, soy oscuridad y abismo, no soy vida y nunca lo seré.
Otra vez mi pensamiento. Miró al fondo del prado. Hay una casa, una bonita casa
de madera. Enfoco la vista mientras mis brazos doloridos van curándose. Una
mujer tiende la ropa. La conozco. La contempló e intento recordarla. —Madre ¿Por qué este
prado es siempre tan verde? Un recuerdo, me sorprende que un
recuerdo pueda recopilarse en una frase. Mi madre, era mi madre. Algo me dice
que ya no lo es.
Siento
mi mente ardiendo. Algo quiere salir. “Elige
tu camino, elige tu destino, pero no elijas a la gente qué amas, amar significa
tener algo qué perder.” La detengo. Si es cierto y es mi madre y mi
presentimiento es verdadero se lo qué elijo. Desecho mis recuerdos. No quiero
recuperarlos. Y olvido. Deseo olvidar. Bloqueo mi propia mente, mi pasado. Elijo
mi camino y se lo que tengo que hacer. Me levanto y me vuelvo de espaldas al
sol. Noto un dolor intenso en mi boca. Palpo cada diente y noto que los caninos
se afilan. El dolor cesa y tengo hambre. Tengo mucha hambre. Tengo hambre de
vida. Necesito sangre. Compruebo mi aspecto. Me doy cuenta de qué llevo un
vestido blanco, está ya bastante sucio pero conserva su espíritu de paz.
Me
concentró y oigo los pasos del cazador. Lo veo viene corriendo hacia a mí con
espada en mano. Me parece inofensivo. Es
un simple cazador, no es el Cazador de mi pensamiento. Lo sé y comprendo mi
poder. Veo a las personas por su alma y no por su máscara. Veo la Verdad. Un simple
cazador de seres de la noche, un aficionado que no sabe tras lo que anda.
Pienso macabramente que va a ser divertido despedazarle. Ya nada en mi queda de
humana, he olvidado lo que es serlo y cada vez siento más lejos siquiera el
recuerdo de haber sido humana, también decido olvidarlo.
Cuando
llega me apunta con su espada, piensa qué es un juego, que va a ganar el
siempre. Soy la primera criatura de la noche que ve. Va a tener miedo antes de
morir. Me lanzo sobre él y le enseño los colmillos. Huelo su sangre, oigo el
fluir de sus venas y me lanzo sobre su cuello. Mil colmillos le atraviesan el
tejido de la piel, hace un amago de gritar pero no puede. El miedo le paraliza,
el miedo a la muerte le hace verme como la de la Guadaña. Absorbo su sangre,
sabe a hierro y es sabrosa. Pasa por mi garganta lenta y rítmicamente. Ahora ya
no la bombea su corazón, ahora la bombeo yo. Mi corazón no late porque no vive.
Estoy muerta pero la sangre me mantiene.
Tras el
ataque me levanto, unas gotas caen a mi vestido que pierde toda paz que pudiera
inspirar. Una mancha roja se extiende por la zona en la que se encuentra mi
inerte y frío corazón. Limpio mis labios con mis dedos y relamo la sangre que
ha quedado en ellos. Miró el cadáver del desafortunado cazador y me marcho
bosque adentro. Quien sabe quién será mi próxima presa. Quizás al caer la noche sea esa mujer
que tiende su ropa en la casa del prado o el niño qué juega a su alrededor, o quizás busque una
cacería mayor. Y ni siquiera el Cazador podrá hacer nada para
deternerme.
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