Os presento a la protagonista. |
Espero que os guste y que me digáis fallos que veáis sobretodo del hecho de que la he escrito en presente para probar y quiero asegurarme. ¡Muchas gracias y disfrutad de cada día!
María.
1. Corazón de hielo
Nunca me paré a pensar que era la
Guerra. Es una mentira. Una cruel mentira. Me refiero a las películas, a los
libros, incluso a la propia Historia. Es peor y ni siquiera la muerte es
comparable a ella. Muchos son los que piensan que en mi corazón sólo hay hielo
porque mis manos se llenan de sangre continuamente. No es mi problema. Yo no
elegí esto, esto me eligió a mí. Es la forma en la que aprendí a sobrevivir.
Tenía una meta que ahora me parece difusa y lejana.
Puede que sea ahora cuando me doy cuenta
que nada en esta vida tiene sentido. Nada de lo que hacemos nos lleva a ningún
sitio. No por lo menos en estos años, en esta sociedad. Si algo he aprendido es
que no se puede esperar nada en esta vida. Si lo quieres lo buscas, si lo
deseas lo tomas. Sin permisos ni consideración. Si tienes el poder tienes tu
sitio en este mundo. Sin vuelta de hoja. Es lo único cierto en este universo.
Dirán que no, dirán que miento y que es
mi situación la que me lo ha hecho creer. Pero no me engaño. Abrí los ojos en
el momento más oscuro y vislumbre sangre y dolor. Aquello es real, nadie me lo
hizo creer. Lo creí yo sola. Aquí todos lo sabemos. Algunos lo hacen por mera
diversión pero otros pagamos un alto precio por cada vida que sesgamos.
Cuando camino por la calle la gente me
teme y me respeta. Se apartan y me abren paso. Sé cómo me ven. Una sombra de
sangre, una muerte cruel y concreta, con su motivo y su razón. Sé cómo me
llaman. Granate, Segadora, Mercenaria sin
sangre, Manos de acero.
Yo tenía un nombre. Uno verdadero, con
mi esencia y mi pasado. Por eso lo enterré en lo más profundo de mí ser. Allí
se quedará, sin esperanza ni dolor, sin absolutamente nada. Estará a salvo del
mundo. No recuerdo en que momento exacto decidí esconderlo por siempre y ahora
poco importa. Sé que lo he escrito montón de veces pero corro el riesgo de
olvidar que está ahí y perderme para siempre o estar tentada de devolvérmelo y
vestirlo de nuevo. No puedo. Puedo aferrarme a él pero jamás cogerlo. Me lo
prohibí hace mucho tiempo.
Si ahora volviera a tener doce años no
me pararía a pensar en lo que el destino deparaba a Sandala y a la mayoría de
sus habitantes. La Guerra no tiene sombra para los pobres. No hay clase media,
que va. Es una burda mentira y falsedad. A la hora de la verdad o eres rico o
pobre y si te consideran de la clase media es que eres pobre. Sólo eres menos
pobre, más lo eres al fin y al cabo. Y a los pobres no nos dio tiempo de ver
siquiera la sombra de la guerra antes de que apareciese.
En estos años cada vez que he cerrado
los ojos he esperado impaciente a la muerte, no con valentía, con un miedo
atroz pero con un deseo aún mayor. Lo que he visto, lo que recuerdo cada vez
que me acuesto, me arranca trozos de mi alma. Los que no han estado dirán que
tengo suerte de estar viva y les rajaría el cuello para que se callasen. La
violencia tiene un precio, nosotros, los que sobrevivimos somos los que
pagamos, sufrimos en silencio sin nadie que nos entienda. Nos llevamos los
gritos de la batalla, las almas de los que cayeron y las pesadillas que
llevamos cosidas a la espalda de forma permanente. Y cuántas más llevamos más
lejana nos parece la muerte y la paz que ansiamos que ofrezca.
Dicen que los Asesinos Granate no somos
humanos ni sentimos como ellos. Dicen que no tenemos moral ni humanidad pero se
equivocan. Hay excepciones, siempre las hay. Pero la mayoría somos humanos
hasta la médula y sentimos cada gota de sangre que derramamos pero es lo que nos
enseñaron para sobrevivir. No conocemos otras maneras de vivir, ni podríamos
llevarlas a cabo. La pesadilla interferiría en nuestras vidas. El dolor se
cuela por las rendijas de nuestras pestañas y atraviesa los poros de nuestra
piel. Paraliza nuestros sentidos y lo único que podemos hacer es transferir ese
dolor.
Ahora debo irme, debo detener mi
pensamiento. En dos horas debo finalizar la vida de cierto personaje rebelde.
¿Cuándo vendrás muerte y me ajusticiarás?...
El
reloj da las 10 de la mañana. La joven se levanta y guarda el cuaderno de color
negro y manchas rojo sangre contrastadas con esquinas roídas y gastadas. Cierra
con varios candados el arcón donde este reposa y se acerca a su armario. Lo
abre y se apropia de armas de un afilado y ligero acero.
Antes
de salir del apartamento se ve reflejada en el espejo de cuerpo entero que
adorna la puerta. Alta y mucho más delgada que en su adolescencia. Las marcas
del hambre del pasado han quedado grabadas a fuego, sobre todo en el rostro, triangulado y con los rasgos bien marcados. Los brazos desnudos están llenos de
cicatrices irregulares y algunas casi imperceptibles mientras que otras cruzan
sus brazos como una línea dibujada con láser. La joven coge el pañuelo colgado
de la puerta y se lo ata al cuello tapando la cicatriz delgada y precisa que va
de un lado a otro de su garganta. Un recuerdo de que por muy cerca que este la
muerte no puede alcanzarla. Sube el pañuelo hasta su nariz y deja ver sólo sus
ojos marrón oscuro, casi negros.
- Mami, ¿Quién es esa mujer? –la voz de un niño resurge en su
mente al contemplarse en aquella superficie lisa y simétrica.
- Sssh. No digas nada cariño, es
una mujer mala. No debes acercarte nunca a los que vistan esos colores, ¿lo
entiendes? Ahora vamos, este no es un territorio apropiado. –la mujer cogió al
niño en brazos y la miró con terror.
Asesina. Ella estaba segura de lo que la mujer había
pensado. Asesina. Mujer mala.
Respira
con profundidad. A veces le sucede. Retazos de situaciones cotidianas llenan su
mente e intentan quemarla. No podrán, se dice a sí misma. Hace mucho tiempo que
se acostumbró a ser la mala de la historia. Se yergue y vuelve a ver en el
espejo a la profesional firme y segura, la asesina dispuesta a cualquier cosa.
Abre
la puerta y sale del apartamento. Se encuentra con el personal de servicio que
no le dirige la palabra. Tienen prohibido hablar con los dioses granates,
tienen prohibido hablar con aquellos seres que actúan fuera de la ley sin
consecuencias, de hecho les tienen pavor.
El
ascensor está vacío pero aún así se dirige hacia las escaleras. Está en su
décimo piso pero le da igual. Hoy no quiere encontrarse con nadie de los suyos.
Hoy tiene suficiente con ver su ropa granate como para ver a los otros pocos.
El
tren se aleja del edificio blanco y rojo que es la sede de los Asesinos Rojos,
su hogar. El viento bambolea el vehículo mientras esta surca el aire. Sólo hay
dos personas más y están alejadas de ella. Contempla el paisaje pasar veloz por
las cristaleras del vehículo.
La
zona céntrica tiene edificios modernos y portentosos. Parece una ciudad real,
como las de su infancia. Su vista se desvía a las inmediaciones y a las
afueras. Las casas son bajas, construidas entre hiedra, musgo y ruinas. Son
cómo un paisaje medieval sobre un cementerio de piedra y sangre. Un recuerdo de
un pasado que parece más lejano de lo que en verdad es.
Cuando
el tren se detiene ella baja sin prisa pero sin detenerse a la plataforma. Bajo
sus pies hay una caída de más de 500 metros. Se encamina al ascensor y baja con
los ojos cerrados intentando sentir la velocidad de la caída controlada. El
ascensor se detiene con suavidad y sale en dirección a las calles empedradas.
Mira
a su alrededor, hacia un considerable tiempo que no realizaba ningún trabajo en
una de las zonas pobres. Es como viajar a un período medieval. Sólo que la ropa
de la gente es una mezcla de todo tipo de épocas. Nota las miradas de la gente
y los pasos que se apartan de ella. Sobrevivir le ha costado un precio muy
alto, se dice a sí misma un millón de veces.
Entra
en una casa, sin llamar ni pedir permiso. La puerta se empotra contra la pared
en un golpe seco y suave, y las tablas del suelo crujen ligeramente. Unas notas
ascienden por la garganta de la joven. Las detiene. Aquel no es un trabajo
libre, no tiene que levantar demasiada sospecha, nadie debe saber la marca del
asesino y aquellas notas eran la suya.
Se
deja guiar por un grifo con agua corriendo. Sus ojos recorren el salón al que
ha entrado y localiza todas las posibles salidas. Sólo hay una cocina y un
baño. Una sombra masculina se asoma por la puerta de este último. La joven saca
su daga de su bota derecha y siente el roce de la hoja contra su piel.
-
¿Quién es a estas horas? –la víctima se ha dado cuenta y tras colocar, por
el ruido, algunas cosas sale del baño.
Ella
siente casi compasión. Sus ropas parecen harapos y tienen bastante suciedad.
Parece mentira que aquel personaje pertenezca a alguna rebelión. Cómo cambian
los libros la realidad, se dijo recordando las novelas distópicas que leía en
su adolescencia.
-
¿Tú quién crees que soy?
El
hombre hace el amago de lanzarse corriendo hacia una escopeta que reposa sobre
la chimenea que se cae a pedazos. Ella es más rápida. Lo intercepta y le hace
un corte en el estómago. El hombre gime y se lleva una mano al pecho mientras
intenta detener a su agresora con la otra.
-
Tengo otra. –la joven levanta la otra mano y sujeta la muñeca del hombre
que sujeta la suya.
Hace
presión hacia abajo y acto seguido se impulsa con las piernas y lo levanta lo
suficiente para ejercer fuerza contra él y golpearlo contra el mueble.
-
No te diré nada ni te daré nombres. –el hombre tartamudea.
Por
muy rebelde que sea conoce perfectamente el cuerpo Granate. Sonríe por dentro.
Debe de haber fastidiado mucho al gobierno para que manden a alguien de la
élite.
-
No los necesitamos. –la verdad golpea al rebelde casi con tanta fuerza cómo
el puñal que la mujer ha movido hacia su garganta y aprieta con furia.
La
fría hoja comienza a tener sangre acumulada y parece fundirse con la piel de su
víctima.
-
¿Qui…? –la voz del hombre se atraganta con su propia sangre y los ojos de
la joven captan su intento de pregunta.
El
tiempo parece detenerse y la joven decide cederle un nombre por compasión. No
para bien de la víctima si no para bien de su propia alma, para intentar
menguar el precio que habrá de pagar.
-
Evania Tairi
Los
ojos del rebelde se abren mientras su vida se esfuma cuando la joven desliza la
hoja con rapidez por su cuello.
Sin
duda he sido un rebelde bien molesto, se dice en su último pensamiento al
recordar aquel nombre que tanto teme la gente.
Modificaciones (os dejaré que modificaciones voy haciendo en función de lo que voy avanzando en la organización de la historia):
13/4/2015 → Keisha cambia por Evania Tairi por motivos de significado para la historia.
Modificaciones (os dejaré que modificaciones voy haciendo en función de lo que voy avanzando en la organización de la historia):
13/4/2015 → Keisha cambia por Evania Tairi por motivos de significado para la historia.
Hola. :3
ResponderEliminarAcabo de leer tu primer capítulo y pinta muy bien. Es muy interesante. Te animo a que sigas escribiendo. Encantado de conocerte. :)
Un abrazo. :3
¡Gracias! Seguiré escribiendo y ya os dejaré según avance algo más de la historia ^^
EliminarEncantada igualmente ;)
Un fuerte abrazo de tinta y papel,
María